miércoles, 13 de abril de 2016

Semana Santa en primera persona (segunda parte)



Los días posteriores, se repartieron entre viajes a la ciudad para la Misa Crismal, y viajes a las aldeas para confesar en donde se pudiera… toda la gente lo pide. El padre que confiesa ahora es uno sólo, y de tal modo se ve jaloneado por todos lados, que parece que lo van a descuartizar a uno. Para la misa de la Cena del Señor, del Jueves Santo, yo celebré aquí en nuestra iglesia y el P. Víctor en la aldea de Nyamilangano. En ambos lugares hicimos el esfuerzo de hacer la adoración nocturna, con la invalorable ayuda de los misioneros laicos, que se repartieron los turnos y ayudaban a hacer alguna meditación guiada, enseñando un poco a rezar. Aquí hubieron algunas horas difíciles de cubrir, como las de las dos y tres de la mañana, pero fue emocionante hasta las lágrimas, en la oscuridad de las cuatro y cinco ver un buen grupo de fieles, que llegó casi hasta unos ochenta. Pensemos que aquí hay mucha gente, sí, pero estamos en medio del campo y las casas quedan lejos. Yo les había dado el turno de las 5:00 am a los monaguillos, y vinieron unos veinticinco. Emoción de verlo a Cristo… no totalmente abandonado.
El Viernes Santo rezamos el viacrucis por la mañana, y a la tarde nuevamente celebré aquí y el P. Víctor celebró en la aldea de Uyogo, con mucho fruto y agradecimiento de la gente, que no había tenido esta oportunidad nunca. Esperamos así el sábado de gloria, pero ya que aquí en África tienen una muy buena costumbre de acompañar varios días a los que han perdido algún familiar, les dije que acompañemos a la Virgen, que se anoten por turnos y el sábado estemos con ella. Fue muy lindo ver los distintos grupos que venían, las niñas, la Legión de María, el Sagrado Corazón, y muchas familias… venir en su turno a rezar el rosario. Se escuchaban oraciones y cantos durante todo el día, pocas personas, a veces tres o cuatro, intercalando los misterios con cantos.
Para el Sábado Santo y Domingo de Pascua, cambiamos los roles, el P. Víctor se quedó y yo salí a las aldeas. La Vigilia Pascual la celebré en Ilomelo, a 30 km de Ushetu. Fui temprano con el fin de hacer una breve reunión para ver los preparativos de la ceremonia, y me admiré de lo bien que se habían dispuesto. La primera vez en la historia que iban a tener la celebración de la Vigilia Pascual con sacerdote en ése lugar. Fue un clima fantástico. Todos miraban los ritos muy atentos. Hicimos veintidós bautismos, quince de ellos de adolescentes y jóvenes, y siete niños pequeños. Al terminar la misa de Pascua se quedaron un rato bailando como todo festejo, pero como la ceremonia duró casi cuatro horas, cerca de la 1:30 am estábamos solos con el líder y el catequista, tomando una gaseosa en la puerta de la casita del sacerdote. Allí me habían preparado muy bien mi cuarto, pero que estuvo excesivamente caluroso. Y junto a un corral de chivos a un lado, y un corral de vacas atrás… que me mantuvieron despiertos buena parte de la noche. Una buena composición de lugar de un pesebre, al menos por el aroma y el ruido.
El Domingo de Pascua me esperaban los fieles de Kangeme, cerca de donde dormí, distante apenas ocho kilómetros. Allí aproveché a confesar un poco, pero luego ya dimos inicio a la ceremonia, porque también habían bautismos, y no debíamos atrasarnos demasiado. Aquí también les dimos la Primera Comunión a veintiocho niños, el bautismo a siete jóvenes, siete niños pequeños, y una señora mayor que además de bautizarse recibió a Cristo por primera vez y la confirmación.


Pienso que muchos de ustedes dirán: bien, ya está, ya se terminó… Pero sinceramente les digo que luego de eso, aquí en Tanzania es regla general que la Pascua se sigue festejando el día lunes. Así que Domingo de Pascua y Lunes de Octava, estuvimos con todos los niños y jóvenes, más la ayuda de las hermanas, continuando los festejos en un alegre clima de oratorio festivo. Y si les parece que es suficiente… el martes vino de visita nuestro obispo, así que ¡a preparar todo!


Como sacerdotes misioneros hemos recorrido la Semana Santa, desde la entrada en Jerusalén, pasando por el lavatorio de los pies, la Institución de la Eucaristía y el Sacerdocio Católico… sufriendo con Cristo los dolores del huerto, al pensar en las almas que no son fieles, al ver tantas almas que rechazan la redención. Nos hemos postrado rostro en tierra, para mostrar nuestro duelo el Viernes Santo, hemos estado horas confesando, con el cansancio, y el dolor de escuchar los pecados… Derramando sangre por todos los hombres. Hemos visto la iglesia desnuda de manteles e imágenes, y acompañamos a la Virgen en su duelo. Hemos gozado con tantas almas que recibieron la misericordia de Dios en la confesión, con los que hacía muchos años que no lo hacían, con los que se bautizaron, hicieron primera comunión, se confirmaron… Hemos resucitado con todos ellos.
Puedo decirles, de alguna manera, aunque es muy difícil explicarlo, que el sacerdote vive la Semana Santa en “primera persona”. Una gracia inmerecida.
¡Firmes en la brecha!


P. Diego Cano, IVE.








No hay comentarios:

Publicar un comentario