lunes, 28 de marzo de 2016

Consolar a Jesús


Posted on marzo 23, 2016


Ushetu, Tanzania, 21 de marzo de 2016.

Se me hace difícil ponerme a escribir. Uno de los motivos es la falta de tiempo y la gran cantidad de actividades en la misión. Es claro que cuando yo apenas había llegado a Tanzania, sin saber decir una palabra de swahili, y encontrarme “sordomudo” por varios meses, escribir era una necesidad. Bueno, es verdad, no deja de ser una necesidad, porque en muchas ocasiones cuando estoy visitando aldeas, o ante determinados episodios, tal vez triviales externamente, se me viene a la cabeza el que “esto tengo lo tengo que escribir, tengo que contarlo”.

Pero resulta que cuando uno empieza a balbucear algunas palabras de este intrincado idioma, a rezar la misa en swahili y poder hacerse entender… y entender a los demás, al menos un poco, ya es casi imposible sentarse tranquilo. Ahora estamos en plena Semana Santa, y se podrán imaginar que estamos con todo el trabajo que se acostumbra para este tiempo en cualquier parroquia del mundo… sumado a que estamos en una misión, y en una parroquia de gran extensión, y siendo dos sacerdotes, que nos “defendemos” con el swahili, pero que nos trae una buena dificultad (de tiempo, de agotamiento mental… y malos entendidos a veces). Pero no puedo dejar de escribirles, a pesar de todo, porque el mismo P. Llorente nos insiste a los misioneros para que escribamos, y yo no me puedo hacer el sonso, porque si él escribía estando en Alaska, una lugar tan árido y desolado, y tan monótono como las infinitas pampas alaskanas, y sin embargo siempre tenía algo para contar, ¿qué queda para nosotros que no estamos en Alaska sino en una maravillosa misión que no tiene nada de monótona? Si nos encontramos en el cielo con el misionero de Alaska, me va a hacer un buen reproche… “si es que caemos más o menos cerca en el cielo”, como diría él mismo.


Los otros días me acordaba de lo que había leído del Beato Francisco Marto, uno de los pastorcitos de Fátima, que luego de una de las apariciones quedó cautivado por el hecho de haber visto muy triste a Nuestro Señor, y por lo tanto movido especialmente a consolarlo. En el libro que escribió el P. Buela, nuestro fundador, sobre las apariciones de Fátima, hay un capítulo dedicado a Francisco Marto y su deseo de consolar a Jesús. Allí el autor trae a colación diez anécdotas en las que el beato de apenas nueve años afirma que su mayor deseo es consolar a Jesús. “Todo le parecía poco para consolar a Jesús”, dijo San Juan Pablo II en la ceremonia en la que lo beatificó.Esta particularidad Lucía la advirtió claramente: “Mientras que Jacinta parecía preocupada con el único pensamiento de convertir a los pecadores y salvar almas del infierno, él parecía sólo pensar en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que le habían parecido estar tan tristes”.


Al fondo se ve la antigua capilla de Nyassa que se usó hasta hace un par de meses atrás

Me acordaba de esto cuando regresaba de la aldea de Nyassa junto con el P. Víctor y el catequista Filipo. Fuimos los tres para la preparación de las primeras comuniones de ese centro que congrega a seis aldeas más. La preparación consiste en ayudarles a hacer un examen de conciencia, luego un muy simple y “simbólico” examen oral, y finalmente las confesiones. También me sirve a mí para conocerlos, y hablarle un poquito de lo que van a recibir, y que preparen el corazón con entusiasmo. Como seguimos en tiempo de lluvias, ya casi en el final del mismo, el río que nos divide de esa parte de la parroquia sigue caudaloso y entonces dimos el rodeo de 52 km. Por eso, aprovechamos a ir junto con el P. Víctor, para no dejar pasar la oportunidad de un viaje a un lugar tan alejado, así él podía conocer el camino, y de paso llevar todo nuestro “circo” para niños y grandes: juegos y proyector de video.

Es un gozo llegar a esta parte de la parroquia, un lugar lejano y muy pobre, donde los católicos son pocos y las capillas muy humildes. Allí siempre nos esperan con mucha alegría. Ése día estaban al costado del camino para cantar junto con el catequista y recibirnos.





Luego del acostumbrado “chai con chapati” (té con una especie de tortilla… muy rico por cierto), fuimos a lo que habíamos ido, es decir, hablar con los chicos de la primera comunión. Eran veintiocho y venían de todas las aldeas de ese centro, menos una, que no habían preparado niños este año. Es hermoso verlos, tan simples y alegres a la vez, un poco asustados también… todo nuevo esto. La primera vez que les hacemos una fiesta de primeras comuniones, así que se los veía muy emocionados. Les ayudé con un breve examen de conciencia, y luego de las preguntas de los catequistas, iban pasando para confesarse. Mientras tanto, el P. Víctor se fue a jugar con todos los niños que andaban por la cercanía y que habían venido a ver quién había llegado a la aldea.


Aquí viene uno de los momentos más emocionantes para mí, ya que al momento de confesar esos niños, y escuchar algunas voces tan delicadas, de niños tan pequeños, de lugares tan apartados de toda la corrupción del mundo de la televisión y las comunicaciones, y pidiendo perdón a Dios de sus pecados con tanta sinceridad… realmente me pareció escuchar una melodía celestial. En algunos momentos cerraba los ojos para sólo escuchar… y gozaba. Y en ese instante fue que pensé que el Corazón de Jesús estaba gozando. Y que los ángeles en el cielo estaban también alegrándose por esta música y un poco admirados también, al enterarse de dónde provenía.


Luego de las confesiones, invitamos a todos a ver la película de La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. Para todos era la primera vez que la veían, así que se pueden imaginar el efecto en el auditorio. Hubieron muchos que lloraban, entre los niños y los adultos también. El catequista Filipo iba explicando las partes de la película, y al final también aproveché a hacerles una pequeña meditación sobre nuestros pecados, causa de tantos dolores.


Cuando regresamos, después del almuerzo, llevamos en nuestro vehículo algunos niños y niñas de las aldeas por las que íbamos a pasar en nuestro viaje hacia nuestra casa.Para ver qué grado de expectativa tenían, les dije que en una semana tendríamos las primeras comuniones y una linda fiesta, a lo que todos respondieron con una gran sonrisa y ojos brillantes, diciendo ¡Claro que lo estamos esperando! Desde la camioneta de los padres saludaban a todos cuando iban llegando… como si vinieran en el coche del presidente o el papamóvil.

Día de la primera comunión

Para la celebración de las primeras comuniones, una semana después, se vivió una gran fiesta. Mucha gente y todos muy contentos. La misa la tuvimos en un galpón donde se guarda el tabaco, que ahora estaba vacío y pidieron prestado a la compañía.







La pequeña iglesia de barro y techo de paja se ha caído hace un par de meses, y están hace dos años intentado construir la nueva iglesia, más grande y de ladrillos y cemento. Ahora hay más motivos para tratar de terminarla, o al menos llegar hasta el techo. Los festejos tuvieron lugar en el patio de la casa del líder de la capilla, en un ambiente sumamente sencillo, con todo lo que una fiesta necesita: comida, soda, torta, regalos… y el condimento de la alegría cristiana, que le da el sabor.



Ese día estuvimos junto con una hermana de las Servidoras, una voluntaria de Estados Unidos, y la postulante Adivela. Todos coincidimos que fue una experiencia inolvidable y única… “en medio de África”, donde ya “no hay nada”.


Trato de enviarles algunas fotos de las dos ocasiones, del viaje de preparación, y de la celebración una semana después. También algunas fotos de la capilla vieja y la nueva en construcción. También de un lugar donde queremos hacer una casita para los padres, donde podamos ir a quedarnos y hacer misiones de cinco días, para visitar todas las aldeas aledañas, porque el viaje es muy largo y vamos muy pocas veces. Creo que con muy poco podríamos darles una atención espiritual mucho mejor.


Nueva iglesia en construcción y la antigua al lado izquierdo


Con el catequista Petro en el lugar donde queremos construír la casa para los sacerdotes y poder ir a misionar allí y quedarnos un par de días

Me queda simplemente concluir. Y es con lo que pensaba en el viaje de regreso de las dos visitas: pensaba en el consuelo que sería para Jesús todo eso. Pensaba en lasconfesiones de esos niños, en el corazón limpio que habían preparado, la alegría con que esperaban el día, las lágrimas que derramaron al contemplar sus dolores, y la acción de gracias y palabras que le habrán dirigido al recibirlo sacramentalmente. Me acordé del Beato Fracisco Marto, y su deseo de “consolar a Jesús”. Me preguntaba como le preguntaba él un día a Lucía: “¡oye!: ¿estará Él todavía triste?”
Espero que me hayan acompañado espiritualmente en esta visita a Nyassa, a medida que leían. Y que les sirva para esta Semana Santa que hemos comenzado.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.

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