domingo, 4 de octubre de 2015

El misionero es un hombre estrujado

Posted on octubre 2, 2015


Ushetu, Tanzania, 22 de septiembre de 2015.

Si no lo dijera un santo, uno no se animaría a decirlo, pero los otros días leí una frase que me envió una religiosa, que me causó un poco de gracia y a la vez me pareció muy exacta, a la luz de lo que he vivido en estos últimos meses. Así reza la frase, que se refiere a los sacerdotes: “Entra en los planes de Dios ser estrujados, la caridad nos urge de tal manera que no podemos rechazar el trabajo: consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar, escribir un artículo, organizar una obra y todo eso añadido a las ocupaciones del día”. Palabras de nuestro querido San Alberto Hurtado, el santo chileno.


El sacerdote es un “ser estrujado”… nos puede causar un poco de gracia, es verdad. Yo había leído que El sacerdote es un hombre despojado, crucificado, y comido… Pero nunca había leído que era un hombre estrujado. Y me parece muy buena definición.





Lo pensaba los otros días, de manera especial cuando fui a una aldea que se llama Itobola, a 27 km del centro parroquial. Como estamos en plena época de sequía, se multiplica mucho el trabajo, y lo noto particularmente porque estoy solo en la parroquia. En este tiempo piden las misas de bautismos de niños en todas las aldeas, más los casamientos, y la bendición de los frutos, el matomolo. Al llegar a la aldea, habían preparado para tener la misa afuera, porque la capilla es muy chica, y con sólo los niños para bautizar y sus padres y padrinos, se llenaba. Pero lo malo fue que cerraron todo con toldos plásticos, del lado del altar, de tal manera que no corría nada de aire, efecto invernadero. Así al momento del sol radiante del mediodía, en esta época seca, el calor fue tremendo. Hicimos un casamiento de una pareja muy jovencita.









El novio traspiraba que causaba admiración, y yo dudaba si era del calor o los nervios. En el caso mío, era del calor. Y en este momento me acordé de que “el sacerdote es un hombre estrujado”, según la frase de San Alberto Hurtado, pero cambiándole un poco el sentido, porque me acordaba al estar traspirando copiosamente. En el momento del ofertorio de la Misa, cuando tomo la botella del vino, estaba caliente… pero caliente, no tibio. Tanto que le dije al monaguillo que parecía un té, y se tentó de risa un poco. Ni bien terminamos la misa con el casamiento, procedimos a los 44 bautismos, pero les sugerí trasladarnos a la sombra del gran árbol que está en la puerta de la capilla. Dichosa elección.





Se bautizaron 43 niños, y un anciano de 83 años. Finalmente, luego de las fotos, fuimos a comer con los novios, en la casa de los padrinos, antes de llevar la novia a su casa, para que se despida de su familia, y luego ser recibida en la casa del novio, donde se hace la fiesta.



Al terminar de comer, visitamos a una anciana, que me dio muchísima pena ver el estado en que se encontraba, en una habitación sin ventanas, toda oscura, o si habían ventanas, no se notaba su presencia. El piso de tierra y todo muy sucio. Pude ver dos pedazos de colchones, la anciana comiendo en el piso, y un olor que producía repulsión. Luego de saludarla, llamé a uno de los hijos para enseñarle, pero también para recriminarle, porque sobre todo los católicos son consientes de que eso está mal, porque se les enseña en el catecismo el deber de los hijos para con los padres ancianos. Luego de darle la unción de los enfermos, seguimos con las reuniones con los líderes, y terminamos llegando de noche a la misión. Y me volvía a acordar de la frase, ahora sí en el sentido que le quería dar San Alberto, porque luego de levantarnos a las 5:00 am para la oración, en el día de visitas a las aldeas, no paramos en ningún momento, hasta llegar a la noche. El misionero es un hombre estrujado.





Los otros días pude estar en la aldea de Ngokolo, y allí también llegué luego de rezar la misa aquí en la parroquia. Después de llegar a la aldea se siguen las confesiones, luego hubieron 51 bautismos en la angosta capilla abarrotada de gente, terminando a las dos de la tarde, y allí comenzar la misa de matrimonio. Luego de la misa fuimos a ver una enferma, que no parecía tan grave, pero que pedía el bautismo y por lo tanto había que verla. Enferma de SIDA, muy joven de 35 años aproximadamente, y con dos hijos muy pequeños, uno de ellos, al menos lo que pudimos ver, también con la misma dolencia. Le administré el bautismo y la confirmación, al ver el estado en que estaba. La comunión no pudimos, porque no me avisaron antes de la misa para que reservara alguna forma. Eso fue una pena. Pero por otro lado, fue muy hermoso el momento, porque rezamos todos, y ella muy lúcida todo el tiempo. Muchos chicos cerca rezando también. Hoy me avisaron, que ayer falleció, después de cinco días de bautizada. Parecía que estaba esperando esto, y yo me alegro de haber tomado la decisión correcta, aunque muchas veces cuesta valorar objetivamente. Y lo digo porque luego de un día largo, caluroso, con viento y polvo, un viaje caluroso también, las confesiones, los 51 bautismos en una capilla pequeña en una ceremonia de casi dos horas, a la hora del mediodía, la misa a las tres de la tarde, terminando a las cuatro y media… cuando uno se dispone a sentarse en algún lugar donde corra un poco de aire, le dicen que hay que ir a ver a un enfermo. Al menos en mi caso se me presentan ante mi imaginación las imágenes de esos caminos “radiantes”… con un sol que encandila, el calor y la sotana. Por eso digo que doy gracias a Dios de haber tomado la decisión correcta. Estará en estos momentos intercediendo por nosotros.





Finalmente, en el día de hoy, fui a una aldea que queda en el extremo occidental de la parroquia, una de las aldeas mas lejanas, a 40 km de distancia y se llama Nonwe. El año pasado estuve allí, y me había traído una imagen no muy feliz de esa aldea, ya que la iglesia estaba en muy mal estado, además en el centro del pueblo, con todas las contras que se derivan de eso. Hay ruido, música, suciedad, borrachos, etc. Los fieles no eran muchos, y ese día ni el catequista había estado presente en la Misa. Antes de la Misa, y durante las confesiones, se armó una pelea entre dos borrachos afuera, y todos los feligreses salieron a ver el espectáculo. Durante aquella Misa pasaban grupos de niños musulmanes y cantaban en las ventanas de la capilla, no intencionalmente, sino que justo los vecinos, pegados a un metro de distancia, eran musulmanes.





Pero hoy fue totalmente diferente. Primero les cuento del viaje. Antes de llegar a Nonwe se pasa por la aldea de Ihata. Me dio una gran pena, porque la capilla católica estaba totalmente en ruinas, destruida, sin techo y las paredes tumbadas por partes. El año pasado tomé unas fotografías que ahora se las muestro para que vean. La iglesia tenía el techo un poco dañado, lo que pudimos ver en aquella ocasión. Pero lo de hoy fue triste. Luego me dijeron que hay un nuevo catequista, que rezan debajo de un árbol, que ya han hecho los ladrillos y en poco tiempo esperan poder volver a edificar. Pero yo quiero que se muden a otro terreno, porque están al lado de los protestantes, y encima si bien su capilla no es gran cosa, luce entera. Pero sobre todo el problema suele ser que la celebración de la palabra no se puede hacer en total paz. Ojalá que pueda ayudarlos a comprar un terrenito, aunque mas no sea de media hectárea, que no sale mas de 75 euros, así se mudan y comienzan a edificar.





Al llegar a Nonwe, nos espera siempre el panorama desolador del centro de la aldea, con los negocios, la música, la suciedad en la calle… pero la grata noticia era que ya se habían mudado de lugar los católicos. Compraron dos hectáreas de terreno a 300 metros, y ya el cambio es notorio. Al ir llegando la capilla lucía unas chapas brillantes a más no poder bajo el solazo de las 11:00 am. Llena de gente, y gente afuera, el coro que salió cantando a recibirnos… todo un ambiente diferente.



Confesé casi por dos horas debajo de un arbolito que nos daba sombra sólo con sus ramas, sin hojas. Yo veía que los minutos pasaban, la iglesia estaba llena de gente que me había estado esperando antes de que yo llegara, y las confesiones continuaban por largo tiempo. Mucho calor, y las mamás con los niños para bautizar dentro de la capilla, el único lugar con sombra. La gente no puede confesarse en otro momento, y así me acordaba de las palabras de Josué cuando le mandó al sol: “Detente sol sobre Gabaón”… “Y el sol se detuvo”… (Jos 10, 12-13). Dice la Sagrada Escritura que “No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahveh a la voz de un hombre”. Se desearía que en esos momentos el tiempo no corriera, para poder confesar tranquilos, y que no se atrase todo. No me animé a pedirlo así. Pero sí recuerdo esas palabras cuando pienso en el momento de la consagración de la Misa, donde “Dios se hace obediente a la voz de un hombre”.





Luego de la Santa Misa, hicimos los 26 bautismos de niños, en la capilla muy llena de ruido, de gente, de barullo. Luego las fotos de costumbre, los saludos. Reparto de medallas a todo el mundo, caramelos a los chicos. Bendición del agua, y del matomolo. Y me pide el catequista que vayamos a visitar a una anciana que tiene cerca de cien años. Antes de eso, la comida, como que ya son las cuatro de la tarde, y al terminar la comida comienzan a venir algunas personas que querían plantearme sus casos, problemas, consultas. Finalmente, los líderes, y les pido que resumamos, porque todavía no habíamos ido a ver a la anciana, y no quería llegar tan de noche a la misión.





Camino de la casa de la enferma, pasamos por un predio donde estaban haciendo bailes típicos de esta tribu sukuma. Habían grandes tambores y los tocaban muy fuerte. Se sentían de muy lejos. Había mucha gente, y cuando pasamos no pude dejar de llamar la atención, ¿un “mzungu” por estos lados? Le pedí a uno de los monaguillos que tomara una foto para poder mostrarles a ustedes. Había mucha gente, y la verdad que no son bailes buenos, son bien paganos, y la manera en que bailan no es para nada decente. Incluso el aspecto del que dirige todo se parece mucho al de un brujo, y no inspira mucha confianza que digamos. De paso que estas fiestas siguen hasta muy entrada la noche, y con la ayuda del alcohol, no falta mucho para que se conviertan en orgías.





Finalmente, en un atardecer de ensueño, nos tomamos unas fotos con los monaguillos, ya camino de regreso. Y volvía a pensar en esto, y con ganas de escribirlo, como ahora lo hago… esos momentos que se hacen difíciles, con el cansancio y el sueño, con el calor y el hambre, y toda la gente que quiere confesarse y hablar… y tienen todo el derecho, porque no saben cuándo volverá el sacerdote a su aldea; digo que en esos momentos es bueno que no nos olvidemos que el misionero es un hombre estrujado.

Pienso ahora también agradecerles las oraciones. Porque no estoy seguro, pero creo que cuando les conté el año pasado de la aldea de Nonwe, les pedí oraciones, como siempre lo hago. Y vean qué hermosos frutos se van dando. Y para fin de año me esperan 37 bautismos, pero de catecúmenos, es decir de gente grande o jóvenes que se vienen preparando hace tiempo. Hasta una señora vino a hablarme de que ella venía de otra parroquia, se había mudado, y era miembro del grupo del Sagrado Corazón, y preguntaba si podían comenzar el grupo allí… y veo que todo esto es providencial, gracias a tantos que rezan.

Yo ahora les pido: ¿Podrán rezar por la aldea de Ihata? Lo necesitan mucho. ¿Podrán rezar para que los misioneros seamos estrujados hasta la última gota? Como lo fue Cristo, que en la cruz entregó hasta la última gota de su sangre, hasta que no quedaba más, hasta derramar sangre y agua, fue “estrujado”, por amor a las almas.

¡Muchas gracias! ¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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