miércoles, 18 de marzo de 2015

NECESIDAD DE MISIONEROS

14 DE MARZO DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO

Una de nuestras principales intenciones en la oración y la penitencia es el aumento de las vocaciones misioneras, y por supuesto, su santidad y perseverancia. Lo recordamos a diario y nos ayudan mucho nuestros misioneros que nos escriben frecuentemente contando sus hazañas por Cristo y encomendándonos intenciones especiales.


Nuestra Misa y oración en la Jornada de la vida consagrada



Quería compartir esta homilía, que predicara hace unos meses nuestro superior general, a las SSVM; en ella vemos la urgente necesidad de seguir fieles en la brecha, pidiendo y clamando a Dios que envíe más operarios a la mies.

Homilía del R. P. Carlos Walker, predicada el día 15 de octubre del 2014, en ocasión de la Fiesta de Santa Teresa de Jesús en el Estudiantado Internacional en Tuscania

“Agradezco a las hermanas que me han invitado a celebrar esta Santa Misa en la cual 8 novicias realizarán la primera profesión temporánea de sus votos religiosos.

Hoy es un día de una santa alegría para estas novicias y para sus familias y amigos que las acompañan. Lo es también para nuestra Familia Religiosa y para la Iglesia entera. Que Dios nos bendiga con vocaciones es un don muy grande que debemos reconocer con un corazón agradecido, y lo hacemos hoy en esta Santa Misa. Dado que en los próximos días la Iglesia celebrará la Jornada Mundial de las Misiones, quisiera hablar un poco precisamente sobre este tema, es decir, sobre la gran necesidad que la Iglesia tiene hoy de misioneras y misioneros.


Hasta los confines del orbe…

El Beato Pablo Manna, Superior General del P.I.M.E., hizo una vez una visita a todas las misiones de su Instituto esparcidas por el mundo. El largo viaje en el cual recorrió gran parte de Asia y América duró desde diciembre del 1927 hasta febrero del 1929. En ese contexto, habló varias veces, y en forma detallada, de la gran necesidad de misioneros, especialmente en Asia. Por todos los medios que tenía a su alcance habló de la urgencia de las vocaciones para las misiones.

Por ejemplo, en una larga carta dirigida al director de una revista misionera, escribía lo siguiente:

“Querido Padre, clama, ne cesses: hasta ahora hemos gritado, y, gracias a Dios, no en vano; pero la causa es grande como el mundo, y se debe trabajar mucho más para hacer entender este particular aspecto del problema misionero respecto al personal. Muchos y desde hace mucho tiempo han olvidado que la Iglesia existe para la conversión del mundo”[1].

Más adelante, en un tono más bien fuerte, decía lo siguiente: “Los esfuerzos que hoy hacen los pueblos católicos para la extensión del Reino de Jesús en el mundo –nadie se ofenda– son juegos de niños en comparación con el fin que se quiere o se debe obtener”[2].

Más concretamente, indicaba algunos números. Hablando de los sacerdotes misioneros esparcidos por el mundo, decía que del total de los sacerdotes que había en ese entonces (año 1929), es decir de 300 mil sacerdotes, solo 10 mil eran misioneros. “Pues bien, si debiéramos dar a los infieles una cantidad de sacerdotes proporcionada a la cantidad que tienen los católicos, los misioneros deberían aumentar de 10.000 a un millón. Aritméticamente hablando, faltan entonces 990.000 misioneros […]. Para un billón de infieles, 10 mil sacerdotes; para 40 millones de italianos, 70.000 sacerdotes!”[3].

Por supuesto, lo que vale para los sacerdotes vale también para las religiosas. Pero además, desde entonces la población mundial ha aumentado mucho, pero no ha aumentado el número de misioneros sino que incluso ha disminuido. Ya lo decía San Juan Pablo II en el año 1990, cuando se cumplían 25 años de la celebración del Concilio (pronto se cumplirán 50): “El número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente; más aún, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado. Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su propio Hijo, es patente la urgencia de la misión. (…) Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos” (San Juan Pablo II, Carta encíclica “Redemptoris Missio” (7/12/1990), 3).

Pablo VI se expresaba en modo semejante a lo que decía Pablo Manna. En una Misa de Pentecostés celebrada durante la época del Concilio Vaticano II decía: “La catolicidad es insuficiente, y sufriente. La mayor parte de la humanidad aún no ha recibido el mensaje de Pentecostés. El mundo aún no es católico. ¡Cuántos de vosotros, por no decir todos vosotros, experimentan el extraño dolor que tal condición de nuestro mundo inflige a un corazón verdaderamente católico! (Homilía 17-V-1964).


B. Rosendo Donamaría

Sobre lo mismo insistía el Papa Francisco recientemente: “Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza”[4]. Para ilustrar la gran urgencia de las misiones, veamos el caso paradigmático de la China. Debido a la inmensa cantidad de conversiones al cristianismo que en este momento se están produciendo en la China continental, se ha constatado recientemente que hay ahora allí más cristianos que miembros del partido comunista: 80 millones (Protestantes y Católicos) contra 50 millones respectivamente.

“En 1951, dos años después del triunfo de la revolución comunista, Mao expulsó a los misioneros de China y cortó sus lazos diplomáticos con el Vaticano. Seis décadas después, algunos expertos calculan que será dentro de muy poco el país con más cristianos del mundo, la mayoría protestantes. A tenor de un informe del Centro de Investigación de Pew para la Religión y la Vida citado por el diario británico ‘The Telegraph’, en 2010 había ya 58 millones de protestantes, por encima de los 40 millones de Brasil y los 36 millones de Sudáfrica. Y, según explicaba al mismo periódico el profesor Yang Fenggang, (…) ese número podría llegar a los 160 millones en 2025, por encima de los 159 millones de Estados Unidos (…). Incluyendo a los católicos, China podría tener más de 247 millones de fieles en 2030, superando así a México, Brasil yEE.UU. y coronándose como el país con más cristianos del mundo a pesar de los recelos del régimen”[5]. De hecho, el gobierno Chino está derribando Iglesias debido al auge del cristianismo en ese país.

Lo que está sucediendo en este preciso momento en la China, al igual que en otros países asiáticos como Corea del Sur, Vietnam, y también todo a lo largo del África subsahariana, donde el cristianismo está experimentando un crecimiento verdaderamente exponencial, es una señal por las que parecería que Dios nos está indicando algo, y que no deberíamos desoír: hay que ir a las misiones y anunciar a Cristo.

Es por esto que debemos rezar mucho para que Dios mande las vocaciones que la Iglesia necesita en este momento. Nos lo decía San Juan Pablo II con su entusiasmo característico: “¡Jóvenes, Cristo os manda! Id a todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda creatura (Mc 16, 15). Estas palabras pronunciadas por el Señor antes de ascender al Padre, las dirige hoy a muchos de vosotros. En el umbral del tercer milenio de la venida de Jesús, una gran multitud de hombres no ha recibido aún la luz del Evangelio”[6].

Y decía en otra ocasión: “He aquí, pues, lo que se necesita: una Iglesia para los jóvenes, que sepa hablar a su corazón, caldearlo, consolarlo, entusiasmarlo con el gozo del Evangelio y la fuerza de la Eucaristía; una Iglesia que sepa acoger y hacerse desear por quien busca un ideal que comprometa toda la existencia; una Iglesia que no tema pedir mucho, después de haber dado mucho; que no tenga miedo de pedir a los jóvenes el esfuerzo de una noble y auténtica aventura, cual es la del seguimiento evangélico”[7].

Damos gracias a Dios por estas jóvenes novicias, que responden a la llamada del Divino Maestro a seguirlo y trabajar por la extensión de su Reino. En esta Santa Misa pedimos que Dios las llene de un santo entusiasmo y les de la gracia de la fidelidad en su vocación.

Que María Santísima las proteja con su manto”.

[1] Ferdinando Germani, P. Paolo Manna, Volume Terzo, Superiore Generale (1924-1934), Caserta: P.I.M.E., 1992, p. 177.

[2] Ibid.

[3] Ibid., p. 256.

[4] Francisco, Mensaje por la jornada mundial misionera, 08-VI-14.

[5] http://www.abc.es/sociedad/20140506/abci-china-iglesias-cristianos-demolicion-201405041842.html

[6] San Juan Pablo II, Mensaje para la XXII Jornada Mundial de oración por las vocaciones, 25-I-1985.

[7] San Juan Pablo II, Mensaje para la XXXII Jornada Mundial de oración por las vocaciones, 18-X-1994.

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