jueves, 5 de febrero de 2015

La fe de Lucía no está tullida

Posted on enero 27, 2015

Musoma, Tanzania, 24 de enero de 2015.

Queridos amigos todos:

Espero que se encuentren todos muy bien al recibir estas nuevas noticias nuestras. Hoy quería contarles una historia y una anécdota, vamos con ellas:

La fe de Lucía no está tullida

He celebrado misas para el 24 y el 25 de diciembre en la parroquia, y el 26 de diciembre, día de San Esteban Protomártir, celebré en la parroquia y en una aldea. En encuentro en la aldea fue una lágrima, y esto también lo cuento para que no se crea que acá en la misión de Tanzania se vive de éxito tras éxito… tenemos situaciones como éstas, y hay que aprender a sobrellevarlas, con mucha frecuencia.


Cierro el paréntesis y continúo… cuando llegué a la capilla, habían dos personas nada más. Casi me vuelvo, pero me dije: las confieso y si no llega nadie más, me voy.

Cuando acababa de decir eso, llega una señora que tiene malformación en las piernas, y viene en una especie de triciclo que debe pedalear con las manos, vaya a saber desde dónde… y con tres niños colgados en el carrito. Una alegría al saludarme, y veo que deja el triciclo en la puerta y entra gateando a la iglesia hasta uno de los bancos. – ¡Ya!, me dije, aunque seamos tres, celebro la misa, ¡qué ejemplazo el de la señora! Lucia se llama.

Les dije a los monaguillos que dirigieran el rosario. Mientras yo confesaba. Fueron llegando mas personas y penitentes. Luego llegó el catequista tres minutos antes de la misa, y tenía mucho olor a alcohol, pobre hombre… y pobres fieles. ¡Con razón todo venía así en la fiesta de navidad de la aldea! Y no le dije nada en el momento, porque me conozco y lo iba a tratar mal. Tampoco dije nada a la gente, que fue llegando a la mitad de la misa, y que la iglesia apenas llegó a un tercio… cosa poco común, y menos para estas fiestas. En fin, que se me ocurrió hasta felicitarlos al final de la misa, porque habían venido… no se van a ligar ellos los retos de los que fallaron al Niño Jesús, ¿no?



En fin que hubo un grupo que llegó, se confesó, rezó el rosario, y comulgó, y entre ellos Lucía, la de la silla de ruedas. Por supuesto, que el catequista se llevará su tirón de orejas, porque ni siquiera llegó en estado de tocar la campana para llamar a los fieles. Yo pensaba en que muchas veces nuestra fe está tullida… y eso nos impide caminar y hacer las obras de fe que debemos, y otros, como Lucía, tienen tullidas las piernas, pero no la fe… y pueden andar mucho más que los que no estamos enfermos. La fe viva, unida a una voluntad decidida, puede lograr muchas cosas… casi me animaría a decir “todo” lo que se propone, con la gracia de Dios.

Una anécdota: la búsqueda del tesoro.

Siempre pensé que un despacho parroquia daba para todo, pero realmente hoy quedé sorprendido, y desafío a los más originales. Mientras Filipo el catequista trabajaba en los libros de confirmación, yo aprovechaba a hacer algunos arreglos en la iglesia, más concretamente en los colectores de agua de lluvia, que no debemos desaprovechar en este tiempo, pensando en la sequía de siete meses que vendrá.





En eso viene un hombre que no conocía y entra en la oficina, lo recibe Filipo y se pone a hablar con él. Yo me dirijo al otro lado de la iglesia, y encuentro a tres hombres más, sentados en dos motos, y que me llamaron la atención… un poco misteriosos. Ya regresó el cuarto, el que había ido a la oficina, y me picó la curiosidad de saber qué asunto les traía.

Filipo me contaba entre carcajadas que venían buscando un tesoro. Resulta que se cree que en el tiempo que los alemanes dejaron la colonia, porque venían los ingleses, enterraron oro y diamantes, y muchas cosas de valor, con la esperanza de que algún día pudieran regresar, sacar a los ingleses, y recuperar el oro y los diamantes. En ese ínterin luego de los ingleses vino el presidente Julius Nyeyrere, se fueron todos, y los tesoros quedaron enterrados. Y ahora se ve que hay gente que se dedica a buscarlos.





Resulta que llegaron a la aldea que está cercana a la misión, y estuvieron preguntando. Allí alguno le dijo que en la iglesia hay un “mzungu” que debe saber algo… ¡y acá vinieron a preguntarme si tenía alguna noticia! Increíble, y gracioso a la vez. Les tuve que explicar que en primer lugar, no soy alemán. Segundo, que ni siquiera soy europeo. Y tercero, que si supiera donde están esas cosas… ¡ya hubiera ido a buscarlas! ¡No saben las necesidades que tenemos en la misión! Se fueron un poco sorprendidos de nuestra jocosa reacción… tal vez desconfiando si no estoy ocultando algo.

Bueno, sí, en verdad que he encontrado muchos tesoros… como Stanislaus, Lucía, y muchos más, que pueden ser verdaderos diamantes, pero que ellos nunca podrían llegar a encontrarlos, porque buscan cosas de valor material.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

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