miércoles, 13 de febrero de 2013

Explosión en la Univerdidad de Alepo


Tenemos mucho para contarles, y mucho para agradecerles. Son sin duda las oraciones de todos ustedes las que nos alcanzan del Cielo la fortaleza necesaria para seguir adelante en la misión que nos fue confiada y en la que decidimos voluntariamente permanecer. Eso explica que podamos hacer frente a situaciones tan trágicas -y para las cuales nadie puede decir estar preparado- como la que vivimos el pasado martes 15 de enero al estallar 3 misiles a pocos metros de donde vivimos.

Antes de contarles más detalles les aclaramos que nosotros estamos bien. Lo que sucedió fue espantoso y nos golpeó mucho a todos, pero estamos bien y damos gracias a Dios por poder estar acompañando a la gente en estos momentos.

Las explosiones fueron a la 1 del mediodía, hora de mayor congestión tráfico y peatones. La primera, en la rotonda donde comienza la ciudad universitaria; la segunda –casi simultánea- al frente; y unos minutos después la tercera a pocos metros, delante de los edificios que actualmente ocupan las familias refugiadas. Sentimos el estruendo, nuestro edificio tembló entero y vimos como volaban pedazos de todo tipo de materias por encima de nosotros. Se rompieron muchas ventanas, vidrios y persianas. En la Iglesia cayeron los vitrales, y los escombros que volaron perforaron el techo en varias partes. Nosotros no sufrimos ningún daño. Inmediatamente los Padres corrieron al convento de al lado a asistir a los viejitos del Hogar de la Madre Teresa y las Hermanas abajo a las estudiantes. Este año, debido a la situación, no se abrió regularmente el pensionado, pero tenemos 4 chicas viviendo con nosotras que son hermanas de sangre, dos son estudiantes y las otras dos trabajan en la universidad. Estas dos últimas se encontraban fuera al momento de la explosión.

Visita del grupo de jóvenes a Hedra en el Hospital.
Pocos minutos después llegó una de ellas, Hedra, accidentada. Estaba atravesando la rotonda al momento de la primera explosión. En el estampido todo voló, y una esquirla de hierro se le clavó en la espalda. En medio de semejante caos era imposible conseguir medio de movilidad o comunicarse con los hospitales. Se había cortado la luz y el teléfono. Tampoco funcionaban los celulares. En la puerta estaban estacionados los autos de los empleados del obispado, que providencialmente se habían retrasado de su habitual horario de salida, a la 1. Pero tenían miedo de salir y además los autos estaban dañados, con los vidrios rotos. Finalmente uno de ellos nos llevó en su auto al hospital más cercano. Nos acompañó el Padre Rodrigo.

En el hospital atendieron a Hedra inmediatamente, le hicieron varios estudios hasta que pudieron definir la situación. El hierro había atravesado el hueso del omóplato, había roto dos costillas y perforado el pulmón, por lo que debían intervenirla quirúrgicamente para extraer el hierro y poner un tubo de drenaje en el lugar de la perforación. Su estado era muy delicado pero los médicos actuaron con gran rapidez y se portaron excelentemente. Ella estuvo consciente todo el tiempo y aunque transida por el dolor mostró una entereza admirable. El Padre Rodrigo pudo confesarla antes de que entrara a cirugía. Todo fue muy rápido y una hora después ya la estaban operando.

Sarkis después de ser dado de alta en el Hospital.
Mientras tanto el Padre David asistía a los heridos en la rotonda, donde el espectáculo era estremecedor. Una de las víctimas era Sarkis, un trabajador humilde y de sincera piedad, beneficiario de la ayuda SOS (Blog), que de camino a la estación de ómnibus se encontró justo delante de la explosión. Voló muchos metros abrasado casi por completo por las llamas y sufrió varias quebraduras en su cuerpo. El Padre David le administró los últimos sacramentos y uno de nuestros jóvenes lo trasladó inmediatamente en su auto al hospital. La gravedad de las quemaduras y la imposibilidad de operarlo en ese estado presagiaban lo peor. Pero Sarkis se encomendó una vez más a San José, a quién acostumbraba invocar cada día con la oración de la treintena, y sobrevivió.

Muchísima gente murió ese día. La magnitud de las explosiones fue enorme y causó una horrenda masacre. Además del tráfico de autos a esa hora y el constante fluir de estudiantes, esa esquina de la ciudad universitaria estaba ocupada por decenas de carpas de refugiados y la rotonda atestada de vendedores con sus frágiles puestitos. Los datos oficiales que trascendieron no son reales. Algunos aseveran que solo entre los estudiantes se cuentan más de 400 fallecidos. Además hay cientos de heridos y muchos desaparecidos, entre ellos la hermana Rima, una de las Religiosas Doroteas que se encontraba en la rotonda en ese momento. Lo de Hedra, y lo de Sarkis, como lo de otras tantas personas que sobrevivieron, parece milagroso.

Ese día festejábamos el segundo aniversario de la Dedicación de la Iglesia y estábamos en plenos preparativos de la celebración y los festejos. Después de muchos años de sacrificio y de dificultades de todo tipo, el 15 de enero de 2011 había sido inaugurada solemnemente la tan esperada Iglesia, motivo de extraordinario júbilo para los cristianos de la zona que finalmente tenían su propio templo donde congregarse para rezar. Pero al cumplirse dos años les fue arrancado también ese consuelo. Hedra, herida gravemente, llegó a tientas hasta las puertas de la Iglesia. Fue allí donde la encontramos: sentada en un banco, olvidada de su propio mal, gemía viendo así violentada la Casa de Dios.

Al día siguiente vinieron muchos de nuestros fieles y amigos, a ayudarnos a limpiar, a sacar escombros y vidrios, y trasladamos todo a un salón del obispado. Allí se celebró la santa misa, de la que participó toda nuestra “pequeña-gran familia” que viene a rezar cotidianamente. No había quién no llorase. Fue una misa especial, de dolor y de acción de gracias. Una admirable muestra de fe siempre viva, que se robustece y se purifica en el sufrimiento. 

“Que no sea que por esto que ha ocurrido nuestros misioneros quieran dejarnos y volver a su país”. Fue lo primero que pensaron, nos decían consternados. Les hemos contado acerca de todos ustedes, y se sienten sinceramente acompañados por sus oraciones y ofrecimientos. Esto es muy valioso para ellos. Entre las fotos que adjuntamos, van dos que tomamos uno de esos días después de la misa, para que puedan conocer a algunas de las personas por las que ustedes rezan.
Algunos de los miembros de nuestra feligresía, un par de días después.


Un fuerte abrazo para todos.
¡Y gracias por sus oraciones!

Padres y Hermanas misioneros en Alepo (Siria)

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